El divorcio causa daño

Alfred Kriegler es un abogado de divorcio. Es una estrella en su disciplina, famoso no sólo por la "exactitud de sus golpes" y sus argumentos afilados en frente del tribunal, sino también por su humanidad. El título de la revista Anwalt Aktuell, junto a la que Alfred esboza una sonrisa simpática a la cámara al mismo tiempo que crea confianza en lo que hace, es "Me esfuerzo por encontrar soluciones con las que todo el mundo pueda vivir". Nuestra amistad da testimonio de su talento como mediador y su creencia fanática en la equidad.

Yo todavía lo aprecio como ser humano y experto a pesar de que representó a mi ex-marido durante el proceso de divorcio. Nos reunimos en su oficina. Le he pedido una entrevista breve y tengo bajo el brazo su libro "Consejos para los hombres en caso de divorcio". Alfred me saluda enfundado en su abrigo luciendo un cuello de terciopelo de moda. Es un caballero de la cabeza a los pies. Se ríe cuando le realizo a mi primera pregunta: "¿hay diferencias típicas de género en situaciones de divorcio? Sin duda". A pesar de que está conduciendo a través de Viena y de que está buscando reemplazo para un colega que se enfermó, me habla de las diferencias significativas que ha encontrado en los últimos años durante la práctica de derecho de familia entre el hombre y la mujer.

Como abogado de divorcio encuentro a gente en circunstancias muy excepcionales. En ese sentido no hay diferencias de género. Sin embargo, es interesante ver como el comportamiento varía sustancialmente en estas situaciones extremadamente emocionales. La opinión de Alfred es que las mujeres están más orientadas a los objetivos. Una vez que han decidido obtener el divorcio tienden a ser capaces de dejar de lado sus emociones y lograr sus objetivos. Cuando los sentimientos juegan un papel, éstos son sutilmente matizados. Las mujeres tienden a saber exactamente dónde están las debilidades de sus maridos y cómo planificar cuidadosamente para atestar el "golpe mortal" final.

En cambio los hombres son mucho más torpes y mucho más ruidosos. Ellos gritan por teléfono que les mostrarán a ellas quién es el jefe. Alfred sostiene su teléfono celular alejado de su oreja como para mostrar el volumen del hombre en el otro extremo y de hecho casi se oye el ruido a través del teléfono. Cuando se trata de detalles, es decir, para resolver las situaciones de bienes e ingresos, las mujeres son más astutas. En la mayoría de los casos están mucho mejor preparadas, van a las reuniones completamente equipadas y avanzan estratégicamente hacia sus metas sin misericordia. Aunque los hombres están igual de excitados, ofendidos, con ansía de revancha, o, incluso cuando demuestran generosidad o superioridad, parecen estar mucho más alejados de una ejecución racional.

Sólo a primera vista se trata de una contradicción con respecto a la supuesta mayor emotividad de la mujer. La imagen se hace más clara si se supone que las mujeres y los hombres no se diferencian en función de sus emociones, sino más bien como procesan dichas emociones. Los centros emocionales de las mujeres están mejor alineados con los centros del habla en el cerebro, por lo tanto, están en mejores condiciones de conceptualizar y evaluar sus emociones. También las canalizan y utilizan mejor como instrumentos. Así, las mujeres tienen más facilidad en la organización racional de las emociones extremas y en su utilización como "arma" para su propio beneficio.

Al despedirme le entrego a Alfred su libro "Consejos de divorcio para los hombres" para obtener una dedicatoria personal. Le pregunto si ha escrito el libro porque ve a los hombres tan a la defensiva que siente que tiene que apoyarlos con consejos. Mientras firma su libro dice como si no lo hubiéramos sospechado: "No, fue un encargo de la editorial porque ya se había escrito acerca del asesoramiento a las mujeres.".

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